El control del embarazo durante todos sus estadios tiene una gran
importancia para detectar de forma precoz cualquier alteración en la salud,
tanto materna como fetal.
Uno de esos aspectos importantes es el control de la tensión arterial de la
futura mamá y del que quizás no se suele hacer demasiado hincapié durante el
embarazo.
En la actualidad ha aumentado la aparición de la hipertensión en etapa
gestacional debido a los hábitos de vida actuales, la obesidad y los embarazos
a edades más tardías.
Algunos de los factores predisponentes a esta situación son mujeres
primiparas, entre 20 y 35 años de edad que presentan sobrepeso u obesidad,
diabetes mellitus, embarazo múltiple o enfermedad renal crónica.
Los estados hipertensivos durante el embarazo desencadenan problemas
graves y por ello es necesario concienciar a la población de su control
para evitar complicaciones durante el mismo.
La hipertensión gestacional es aquella cuya tensión arterial sistólica se
encuentra por encima de 140 mmHg y la tensión arterial diastólica por encima de
90 mmHg en dos o más tomas separadas de 6 horas, después de la semana 20 de
gestación. Si aparece antes de la semana 20, ya se padecía anteriormente o se
mantiene más allá de la semana 12 después del parto se denomina hipertensión
crónica y no gestacional.
Se le denomina hipertensión gestacional porque la causa de su aparición es
el embarazo y su único tratamiento definitivo es la finalización del
mismo. Por ello es muy importante su detección precoz y su control para poder
tolerarla durante todo el embarazo.
Dentro de los diferentes
tipos de hipertensión gestacional la que más aparece es la preeclampsia con un
7-10%.
La preeclampsia es un síndrome
multisistémico que puede aparecer a partir de la semana 20 de gestación hasta
el puerperio, que cursa con hipertensión arterial con cifras superiores a
140/90 mmHg, proteinuria (proteinas en la orina) mayor a 300 mg/l en 24 horas y
edemas, aunque actualmente para su diagnóstico basta con hipertensión arterial.
Se cree que se debe a causa placentaria, debido a un descenso de la perfusión
sanguínea a la placenta por vasoconstricción arterial útero-placentaria, que
pondría en marcha un complicado mecanismo humoral, causando vasoconstricción
generalizada y con ello aumento de la presión arterial.
La preeclampsia si no se trata o no se puede controlar con el tratamiento
puede derivar en eclampsia, que consiste en la aparición de convulsiones de
tipo gran mal, no atribuible a otra causa.
También puede derivar en un síndrome, denominado HELLP,
complicación grave de la preeclampsia, caracterizado por:
- Hemólisis (destrucción de glóbulos rojos)
- Elevación de encimas Intrahepáticas
- Plaquetopenia (disminución de plaquetas)
El tratamiento de la hipertensión gestacional consiste en:
- Reposo relativo
- Control periódico de la tensión arterial y del estado fetal
- Dieta normocalórica, normoproteica y normosódica.
- Tratamiento farmacológico de la hipertensión diastólica por encima de
100mmHg
- Finalización del embarazo: en casos de grave afectación materno-fetal, o
a partir de la semana 37 de gestación en preeclampsia leve. En pleeclampsia
grave con menos de 34 semana valorar la necesidad de maduración pulmonar fetal
y tratamiento conservador siempre que el esta materno-fetal lo permita hasta la
semana 34 de gestación.
- No suspender tratamiento justo tras el parto, porque pueden mantener
tensión elevados por un tiempo e incluso desarrollar eclampsia tras el parto.
Se debe disminuir paulatinamente.
La hipertensión gestacional
es una de las principales causas de morbimortalidad maternofetal. Produce
resultados negativos sobre el neonato tales como distrés respiratorio,
resultados bajos en el test de Apgar, bajo peso al nacer, nacimientos
pretérmino entre otros. Todos estos resultados negativos tienen relación con la
prematuridad, ya que el único tratamiento curativo de la preeclamsia es el fin
de la gestación.
No solo produce alteraciones
durante el embarazo, sino que además puede predisponer el inicio de
alteraciones vasculares y metabólicas en el futuro. Mujeres que han
padecido hipertensión durante el embarazo, sobretodo preeclampsia
precoz (según el estudio “Trastornos hipertensivos en el embarazo: repercusiones
a largo plazo en la salud cardiovascular de la mujer”), en meses posteriores al
parto tenían cifras de presión arterial significativamente más elevadas
comparadas con mujeres con preeclampsia tardía, predisponiéndolas a padecer
hipertensión arterial crónica (2,3-11 veces mayor riesgo) y un riesgo 5 veces
mayor de padecer un ictus a largo plazo.
Pero el riesgo no es solo
para las madres sino también para sus descendientes, ya que han demostrado un
aumento de las cifras de presión arterial y de riesgo cardiovascular durante la
infancia y la adolescencia.
Por todo ello, es necesario
que la población se conciencie de la necesidad de acudir a las revisiones,
formar a las embarazadas para su autocontrol y detectar precozmente problemas
hipertensivos y asi poder aplicar un tratamiento conservador, para poder
alargar el embarazo hasta las últimas semanas, para su completo desarrollo y
conservar el bienestar materno-fetal, sin riesgos ni complicaciones para la
futura mamá y su bebé.
Además es necesario un seguimiento posterior
de la madre, ya que existe un gran riesgo de padecer con los años afecciones
cardiovasculares, sobre todo si no se valora la posibilidad de padecer una
hipertensión crónica.
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